Conversaciones entre amigos by Sally Rooney

Conversaciones entre amigos by Sally Rooney

autor:Sally Rooney [Rooney, Sally]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 2017-04-22T16:00:00+00:00


* * *

Después de tenerme un buen rato esperando, me ingresaron en el pabellón de Urgencias. Mi madre dijo que se iría a casa a dormir un par de horas y me pidió que la llamara si había alguna novedad. El dolor había remitido un poco, pero no había desaparecido. Cuando se despidió me aferré a su mano, a su palma grande y cálida, como si fuera algo que pudiera brotar de la tierra.

Una vez que estuve instalada en la cama, una enfermera me puso un gotero, pero no me dijo para qué servía. Intenté relajarme mirando al techo y empecé a contar desde diez hacia atrás para mis adentros. Los pacientes que alcanzaba a ver desde mi cama eran sobre todo ancianos, pero había un tipo joven que parecía estar borracho o colocado. No podía verlo, pero lo oía llorar y pedir perdón a todas las enfermeras que pasaban. Estas le decían cosas del tipo: Tranquilo, Kevin, te pondrás bien, buen chico.

El médico que vino a sacarme sangre no podía ser mucho mayor que yo. Al parecer necesitaba una gran cantidad, además de una muestra de orina, y me hizo una serie de preguntas sobre mi vida sexual. Le dije que nunca había tenido relaciones sin protección, y movió el labio inferior con gesto incrédulo y dijo: Nunca, de acuerdo. Carraspeé y añadí: Bueno, no completamente. Entonces apartó los ojos del sujetapapeles para mirarme. A juzgar por su expresión, pensaba que era idiota.

¿No completamente sin protección?, preguntó. No acabo de entenderlo.

Noté que me ruborizaba, pero contesté en el tono más seco e indiferente posible.

No, me refiero a que no he tenido relaciones sexuales completas, dije.

Entiendo.

Entonces lo miré y añadí: Quiero decir que él no se corrió dentro de mí, ¿ha quedado claro ahora? El médico volvió a bajar la vista al sujetapapeles. Nos detestábamos mutua e intensamente, de eso no había duda. Antes de marcharse, dijo que usarían la orina para hacerme un test de embarazo. Por lo general, los niveles de hCG siguen altos durante al menos diez días, eso fue lo que me dijo antes de irse.

Sabía que iban a hacerme un test de embarazo porque sospechaban que había sufrido un aborto espontáneo. Me pregunté si eran los coágulos de tejido los que les habían hecho pensar aquello. Una abrasadora ansiedad se instaló en mi interior ante ese pensamiento, adoptando la forma que siempre tomaba independientemente del estímulo externo que la desencadenara: primero la conciencia de que iba a morir, luego la de que todos morirían también, y por último la de que el propio universo sucumbiría finalmente a una muerte entrópica, y esta secuencia de pensamientos se expandía de forma tan incesante e inabarcable que no podía contenerla en mi interior. Temblaba, me sudaban las manos y supe que no tardaría en volver a vomitar. Me golpeé la pierna con el puño en un gesto absurdo, como si así pudiera impedir la muerte del universo. Luego busqué el móvil debajo de la almohada y marqué el número de Nick.



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